Me encuentro en un callejón desconocido y sin salida. Oscuro, frio y estrecho, tan estrecho que me cuesta hasta respirar.
Allá en la esquina veo personas, son extraños para mí que van sin abrigos y casi desnudos, sudando, corriendo pero con miradas fijas hacia delante, sin embargo aquí hace frío, el sol comienza donde acaba esta calle. Y yo aquí no estoy igual que siempre, pero sí quieta, desapercibida, con la mirada puesta en todo lo que se mueva, buscando una pizca de vida para poder llegar hasta esa esquina.
Estoy cansada, desmotivada, si intento dar un paso, el peso de mi cuerpo se me echa encima y no hay ningún soporte aquí. Me paralizo, no quiero que me entre ahora miedo. No debo de pensar, ya la vida me dará del revez.
Me pican los sentimientos y no lo puedo remediar; tal vez me haga falta desconectar, y como puedo llego hasta una ventana sin barrotes, allá debajo descansaré encima de unos escombros verdes y húmedos.
Cuando cierro los ojos la tranquilidad me saluda y me titubea entonces me dejo conocer y me rasca mis sentimientos, ahora, ahora es cuando me relajo y me dejo languidecer, me lleva, me lleva hasta casi llegar a la esquina, a la única salida que yo, que estos ojos de hoy pueden ver.
Me agarro porque el suelo me quiere derramar y aquí arriba estoy a gusto, la llama lo nota y me dice que puedo quedarme.
¡Uy que calor, que de niños corroteando! ¡tantos colores en un solo plano!
Qué diferente es todo esto; cuando miro hacia atrás el callejón se ve muy, muy lejos ya, me entra nostalgia pero estoy aquí ahora.
Creo que es primavera, de los árboles brotan las flores y en ellas se posan mariposas, están revueltas.
Huele a jazmín, a rosas y a claveles, este olor me es familiar; me inunda el recuerdo pero decido esta vez no mirar el callejón sin salida. La esperanza me habla y me doy cuenta que esto es un cuento infinito.
Derepente escucho música de Macaco por todos lados: las luces de la ciudad nunca se apagarán. La vida, gira, gira y gira y a veces se tuerce. Somos luz, la oscuridad se despide ya, somos luz. Todo es un ciclo mamá tierra. Sale el sol, me guiña el ojo, me dice: ven, ven y allá voy.
En la otra esquina de esta ancha calle hay un bar, del cual veo como la gente sale saltando y cantando, van como disfrazados. Se ponen en coro y comienzan todos a alzar las voces y los brazos diciendo:
Con las manos levantá al pasado le decimos adios.
La tranquilidad está entre ellos, me está mirando fijo y, entonces me detengo a pensar y sí, sí que es verdad que salí del callejón sin salida.
Aterciopelada 